Como el pintor

El método Germán Rivero

02 03 25
Sicilia

por Ariel Caravaggio

A dos años de la muerte de mi amigo, la pesadilla se volvió fantasía. ¿Y si nos engañó a todos y está en Sicilia, regateando en el mercado y recitando a Marco Aurelio?

Si no es correcto, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas.

Hoy se cumplen dos años de la muerte de mi amigo Germán Rivero. No sé bien cuándo, la pesadilla que me tiró de los patas con brutalidad un lunes por la madrugada tomó forma de fantasía irreverente.

Un día se me cruzó por la cabeza la idea de que sigue acá, en este plano, de incógnito. La idea se materializó de golpe. Pesadilla-fantasía-hipótesis.

¿Y si Germán Rivero está en Sicilia? ¿Y si vive en Catania, camuflado?

Una en mil. En un millón. No importa, da igual. ¿Y si nos comimos la curva?

¿Si el mar de lágrimas, la bronca atragantada y ese negro velo que le pone punto final al último rincón de la juventud, la muerte de un amigo, fue carnada?

Más lo visualizo, más sonrío. Un poco me enojo, pero después sonrío con una mueca de Maestro Tabarez.

Es un tango con mandolina, una parodia.

Probablemente regatea de martes a sábado, a las 5 de la mañana, con cinco pescadores de manual.

Germán Rivero

Inauguración del Escenario Germán Rivero en el Centro Cultural José C. Paz.

Los tanos anclan en el puerto de Catania y se cambian las botas altas por zapatos de trabajo. Mientras se predisponen a montar en carretas medievales sus cajones plásticos repletos de pescados, mejillones, anguilas y langostinos de mil colores, Germán se ajusta la boina, mueve entre los labios un escarbadientes y encara.

Tiene un puesto en la Pescheria, ese ruidoso mercado de pescados donde los gritos huelen a hielo y el otoño tiene tentáculos.

Les compra los mejores productos. Los que -estudió con detenimiento- más demanda tienen en el mercado de abuelas con delantal y changuito, de turistas absortos. Consigue el mejor precio, lo ofrece con honestidad, vende mejor que nadie, ayuda a los que menos tienen.

Qué sé yo. Por ahí se rapó, perfeccionó su emprendimiento de cabezas de moro de cerámica y es dueño de un negocio. No de un negocio: del mejor de los locales en la exuberante Taormina, donde espera a los clientes en una banqueta mitad iluminado, mitad cubierto de sombras, ensimismado en el recuerdo de sus amigos, del fútbol con primos en Hurlingham, de la cerveza siempre negra y las lecciones del Padrino que repetía sin parar.

-El mensaje verdadero del Padrino no es el antihéroe. Es que Michael pierde todo, pierde lo que más quiere y valora, por desviarse del camino -me dijo alguna de tantas noches. -Se lo dice Vito: un hombre que no pasa tiempo con su familia no es un hombre de verdad.

Prófugo, refugiado, no puede cumplir su propia máxima en la biblia de Mario Puzzo. O… esperá. Por ahí son todos cómplices. Su familia, esa que moldeó con pasión de orfebre y protegió como soldado romano, sabe todo.

Quizás compra casonas destruidas, agujereadas por la Segunda Guerra y olvidadas por el Norte rico, y las restaura, como también se propuso alguna vez.

Germán Rivero.

Germán Rivero.

Recorre los mercados silbando la melodía de Por una cabeza, algún riff de Pappo. Se pasa el día vendiendo consejos de los filósofos estoicos a heladeros y joyeros, junta euros para mandarles a los suyos y, cuando llega a su hogar de turno, sube a la terraza del edificio para mantener su viejo ritual de Bella Vista.

-Yo llego a casa, vengo al techo y reflexiono -me contó cuando conocí su casa, cuando me esperó con el asado definitivo: una mesa meticulosa, mantel impecable, una picada que tenía el queso rallado más sabroso y el tomate cherry más dulce.

-Llego a casa, subo a la terraza y reflexiono. Doy quince vueltas en círculos mientras reflexiono. Pienso ¿qué hice bien durante el día? ¿qué hice mal? ¿cómo puedo lograr las cosas que quiero? Después dejo la rutina, todo lo malo, afuera. Y me dedico a cantarle a mi hija, amaso pizza, comparto la noche con mi familia hasta que me voy a dormir.

Tan simple, sonaba, y a la vez tan revolucionario.

El método Germán Rivero debería ser doctrina. No hay una sola forma, no alcanzan los newsletters para enumerar anécdotas y sin embargo quiero escribirlas todas para no olvidarlo jamás.

Como cuando derrotó al cáncer, muy muy chico, y lo meó en el piso: terminó a cargo de un gimnasio y transformó su figura desgarbada en los músculos de un vikingo.

Como cuando tocaba la guitarra con algún dedo atado, cada semana, para estar preparado por si alguna vez los perdía en un accidente laboral.

Como cuando organizaba un torneo de fútbol con solo dos equipos: alquilaba la cancha, compraba todas las camisetas, se las llevaba a lavar y las traía cada semana.

Como cuando se obsesionaba con los acertijos de ingenio y daba cátedra: “Es pensamiento lateral: pensá fuera del cuadrado, el mismo camino te lleva siempre al mismo resultado”.

Como cuando vocalizaba mientras manejaba, cada vez que se subía al auto, ida y vuelta a los mil y un trabajos, para llegar a una nota más alta que el día anterior.

O cuando empezó tramitando la ciudadanía italiana y terminó queriendo refaccionar un edificio destruido en Sicilia.

O las veces que se le quedaba la chevy en la ruta 8, después de una noche de bares, y desenvainaba la alfombrita peluda que llevaba a bordo para tirarse al asfalto a conectar vaya a saber qué cables que la arrancaban de nuevo.

Hoy quisiera que mi amigo sacara su alfombrita de abajo del asiento, que la tirara al pavimento, conectara tres o cuatro cables y reapareciera súbitamente. Hoy, sólo hoy, me permito necesitarlo, me entrego al sollozo.

Mañana retomo la lanza romana y el estoicismo. El método Germán Rivero: vivir sin grises, amar sin egoismo, mejorar el mundo.

NOTICIAS

La salud de Pablo Grillo, a una semana de la brutal agresión policial

La salud de Pablo Grillo, a una semana de la brutal agresión policial

Su papá contó que lo vio mejor y que mueve manos y brazos y "un poco la boca". El fotoperiodista de Lanús está internado en el hospital porteño Ramos Mejía. A una semana de la feroz agresión de las fuerzas de seguridad que hirió gravemente al fotoperiodista Pablo...